Ecoaldea en casa

Ecoaldea

De la ciudad al corazón de la comunidad: Mi experiencia en una comunidad autosustentable, desde la llegada a Pamplona hasta la integración en un estilo de vida más consciente y conectado con la naturaleza. Un nuevo cuento de viaje desde Euro Latin Cooperation.

Llegué a Pamplona a las dos de la tarde. Fui al Corte Inglés en búsqueda de provisiones y esperé en medio de la ciudad de cemento mientras hablaba con Gonza. Me contó su paso por Quinta Esencia y su felicidad me dió alegría y confianza. Llovía y yo estaba bajo el techito de afuera del shopping con todos mis bártulos, lágrimas en los ojos y muchas ganas de llegar a un hogar.

Al cortar con Gonza apareció Ángel. Fue un hermoso encuentro. Conversamos mucho en su auto, sobretodo de temas vinculares. El camino para llegar a Arterra es realmente precioso. Montañas y campos sembrados. El lugar primero fue un internado y luego, un hotel. Hoy es una comunidad autosustentable. Y yo estoy acá. Ángel es mi anfitrión y me reservó una habitación solo para mí. Tiene cocina living, baño y dormitorio. Super confortable y calentita. La vista desde la ventana es magnífica. 

Tuve que lavar mi ropa porque creo que me agarraron pulgas. Yo estoy segura que no las traje conmigo pero aproveché a limpiar todo lo que tenía en uso. Limpié toda la casita, saqué todas mis cosas por primera vez en una semana y tomé mate disfrutando del silencio. A las 19 Ángel me buscó para ir a cenar a su casa comidita de hoy al mediodía: ensalada, mayonesa y paella sin carne. Estoy feliz y agradecida de estar en un lugar donde la gente se besa y se abraza. 

Dediqué una hora y media al despertar a hacer yoga, fue perfecto, luego bajé a tomar un “almuerzo” a las diez. En realidad a desayunar para mi. Y ahí no más tuve la opción de ayudar en la cocina así que me preparé un mate y me puse con Maya a volar cabeza y a cocinar. Hemos hecho un puré de calabaza, puerro y lentejas turcas, con un salteado de cebolla, papa y hongos y una ensalada de lechugas, manzana, nabo y almendras. A la una y media comimos todos juntos, nos conocimos un poco más. Escucho y aprendo de esta vida en comunidad maravillosa.  

Día 2

Hoy salimos de paseo por las afueras del edificio. Tienen una pileta gigante, porque claro era un hotel. Hay un sector en donde guardan las maderas para calefaccionar y en frente está el sector de hongos, las variedades que te imagines en troncos de madera al reparo del sol. Por supuesto que hay sector niñez con casita del árbol y juegos que se fueron armando. Lo que me sorprendió mucho es la forma en que calefaccionan y calientan el agua: una caldera que se alimenta de carozos de aceitunas, impresionante. Todo armado por ellos. En silos almacenan los carozos, los cuales pasan por unos tubos que van a la caldera que luego calientan unos termos gigantes. 

Los espacios comunes son enormes ¡hoy en el almuerzo éramos 34! Así que todo es mucho. Para cocinar tienen garrafa de gas pero también un biodigestor que es una locura. Se alimenta de residuos orgánicos, en especial de cebada de la cerveza, eso llega a una temperatura de entre 40 y 60 grados que luego pasa por unos tubos subterráneos que llegan a la cocina. El biodigestor está cubierto por paja para mantener el calor pero ahora en invierno no resiste así que se usa butano. 

En el campo tienen gallinas y ovejas, las cuales hoy tuvimos que acarrear con tres personas más. También hay huertas comunitarias y huertas individuales. A su vez alquilan un lugar donde plantan trigo y cebada. Al pan los hacen de molienda propia. Aún no he visto la parte de adentro más allá de lo que vi ayer de habitaciones y cocina, pero de afuera pude ver por las ventanas lugares comunes, sobretodo para niñez que eran una locura.

Día 3

Salí a dar un paseo y me encontré con tres niños muy divertidos en un banco del pueblo. Luego aparecieron dos señoras que salían a caminar, dos niñas que eran las nietas de una de ellas y una jovencita que era la hija de la otra. Me contaron que en el pueblo viven 40 personas, otras 40 en la comunidad y otras 40 en el convento. 

La temperatura bajó mucho así que me vine para adentro. Son las 17.20, a las 19 quedamos en hacer yoga con unas chicas y luego salir en búsqueda de croquetas. 

A los niños me sorprendí diciéndoles que soy escritora, que sí, es cierto, es una de mis facetas de comunicación, las otras son hablar y compartir mi energía como canal con otros planos. Me gusta esto.

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