Euro Latin Cooperation publica una historia de viajes, el lugar es Brasil, y la ciudad Río de Janeiro, con sus colores e historias que comienzan dentro de una lavadora de Botafogo en un tórrido mes de febrero.
Es un día anónimo del mes febrero en el Barrio Botafogo de Rio de Janeiro, hay 32 grados en la sombra y mucha humedad. Estoy sentado en una Lavandería automática esperando que la lavadora número tres termine de limpiar mis camisetas y pantalones que me presentaron antes de este viaje. La miro y ella me mira a mí, dando mil vueltas y tomándose unos treinta minutos para terminar su tarea. En mis manos una lata fría de Guaraná, en mi cabeza nada. Logro, después de mucho tiempo rematar mis pensamientos, mirar el vacío sin pensar en ningún evento, proyecto o asunto personal. Todo esto se parece a una escena de una película, “de mí primera película” pensé aquella tarde en Botafogo, cuando la grabaré en unos diez o quince años.
En la puerta veo el reflejo de los colores de la fruta tropical que como aquí por las mañanas y que me obliga a cambiar mis rutinas alimentarias. Colores de maracuyá que hasta un daltónico como yo es capaz de reconocer en todo su amarillo sol. Oigo la turbina del avión que nos trajo aquí, en Brasil, un avión que había esperado hace cinco años, mi vuelta al continente más colorado y desigual del mundo como me gusta definirlo.
Perdido en este viaje espacio temporal en una lavadora, donde veo y oigo cosas sin pensar nada, fuera hay Rio de Janeiro. La ciudad maravillosa, de millones de habitantes, de un metro con música Bossa Nova que suena en cualquier estación, de gente que duerme en las calles en todas las esquinas. La ciudad del escritor que escribió, memorias póstumas de Bras Cubas, Machado de Assis, la ciudad donde nació Anitta, y donde murió el maestro Gilberto Gil. Rio es una de las ciudades que sabe adaptarse a los retos y a las instancias de la gente, gente lista y gente que se debe adaptar.
Gente más lista
Un desarrollo urbano en contante mutación. Rio pasó de ser de una normal aglomeración urbana, importante pero no estratégica a capital de Brasil en 1763. La gente que pidió este cambio era gente de negocio, europeos por la mayoría. Con el descubrimiento de yacimientos de oro en la región limítrofe de Rio, Minas Gerais, la necesidad de crear un gran puerto para exportar los recursos pasó a ser la prioridad política. Así creció y se desarrolló en su esplendor y contraste entre azulejos portugueses y plantas tropicales. Con su crecimiento demográfico, que analizaremos luego, Rio se volvió una ciudad a dicha de la clase política “perigrosa” Por esto en el medio de Brasil fue construida una nueva capital más moderna y segura. Rio en definitiva ha sido una ciudad seducida con flores y promesas y abandonada por una nueva idea y nuevas esperanzas de gloria. El centro de Rio refleja esta decepción amorosa. Brillante de día durante la semana, abandonado y muy inseguro el fin de semana.
Gente que se debe adaptar
Hombres, mujeres, niños que no encontraron un espacio en la ciudad en se mudaron en las montañas de Rio, en las colinas, mejor dicho. Gente de Rio, que poco a poco de unas casas por aquí y por allá terminaron convirtiéndose en centros habitados desde finales del 1880. Las favelas no son más que Barrios de clase medio-baja, más baja que medía, que no puede vivir en las lindas playas de Ipanema o Copacabana. No son barrios de criminales como muchos piensan. Nos explicó un guía local que con la televisión en los anos 50 y 60 se creó un imaginario colectivo de Rio como una ciudad paradisíaca. Mucha gente en situación de pobreza del norte de Brasil se mudó hacia el Sur, Rio, San Paolo, Curitiba. Hasta finales del siglo XX, la región sudeste recibía un elevado número de flujos migratorios porque ofrecía más oportunidades de trabajo como consecuencia del proceso de industrialización que se había desarrollado.
Los migrantes no se encontraron con una casa en la playa de Ipanema y un trabajo estable sino con unas falsas promesas y unas imágenes estereotipada que reflejaban la clase social más pequeña en números, la gente con dinero. La pobreza, la falta de la presencia de un estado social y de un estado que sea reconocido como garante de unos derechos básicos como el acceso al agua, a la escuela y la vivienda, hacen que grupos armados controlen la vida de las personas. Personas que por una razón u otra han trasformado las colinas de una ciudad en su casa. Y las casas han ido con los años aumentando (la favela de Rocinha cuenta con más de 200 mil habitantes) creando más necesidades, más problemas para las instituciones y más oportunidades para los grupos armados.
Mi reflexión mirando estas colinas, dentro de la puerta de la lavadora que está por terminar es la siguiente “Su los precios de los alquileres siguen subiendo, la desigualdad sube y el deterioro de los derechos sociales juntos con la expansión de las megaciudades, centros urbanos europeos como Paris, Londres, Madrid y Roma son destinados a tener la misma tendencia que la de Rio” Al final, la presencia de barrios marginalizados no es nueva en Europa, y por el simple hecho que no se llamen favelas no quiere decir que sean lugares seguros y sin conflictos.
Un bip se oye, es mi lavadora que terminó. Encantando de ese vació mental mientras fuera la ciudad maravillosa, salpica vida, produce nuevas historias, genera belleza y conflicto, miro arriba. Y arriba veo la Máquina de secar vacía. Sin pensarlo coloco mi roba en otra maquina, me siento en la misma silla de plástica, esta vez sin Guaraná. Esta vez el ruido es diferente, pero el guion no cambia. Me quedan otros trentas minutos antes de volver a estar ahí fuera, en el caos y la belleza de una ciudad maravillosa.
Luca DI PIETRO